Los libros tienen un no se qué de atrapante, algo que muchos directores han encontrado como puntapié inicial para una historia o mucho más interesantemente, ubicarlos como a verdaderos actores, rol que sólo les cabe a traves de un puntilloso guión. El propio Truffaut llegó a decir que para su adaptación de Fahrenheit 451 los libros que debían caer al fuego no debió cortar las tomas en su caída, porque era como cortarle la cabeza a un actor. En este recorrido iremos por La historia interminable y un libro que sin el no hay historia, El nombre de la rosa con su libro que se mofa del aparato religioso, y El ejercito de las tinieblas, donde Sam Reimi nos muestra no sólo que los libros vuelan sino que tambien muerden. Que le aproveche.
Primera Parte
Segunda Parte
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